viernes, 16 de abril de 2010

Victor Hugo-Los Miserables-

¡Un hombre al mar!
¡Qué importa! El navío no se detiene por
esto. El viento sopla; la sombría nave
tiene un camino trazado, que debe
recorrer necesariamente. Y pasa.
El hombre desaparece, luego reaparece,
se sumerge y sale de nuevo a la
superficie, llama, extiende los brazos, no
le oyen; el navío, estremeciéndose bajo
el huracán, continúa sus maniobras, los
marineros y los pasajeros no ven al
hombre sumergido; su miserable cabeza
no es más que un punto en la enormidad
de las olas.
Lanza gritos desesperados en las
profundidades. Esa vela que se aleja
parece un espectro. La mira, la
contempla frenéticamente. Pero la vela
se aleja, decrece, desaparece. Allí estaba
él hacía un momento, formaba parte de
la tripulación, iba y venía sobre el
puente con los demás, tenía su parte de
respiración y de sol, era un ser vivo.
Ahora, ¿qué ha sucedido? Resbaló, cayó.
Todo ha terminado.
¡Oh, destino implacable de las
sociedades humanas! ¡Pérdidas de
hombres y de almas en vuestro camino!
¡Océano en el que cae todo lo que la ley
deja caer! ¡Desaparición siniestra del
socorro! ¡Oh, muerte moral!
El mar es la inexorable noche social
donde la penalidad arroja a sus
condenados. El mar es la miseria
inmensa.

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